ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI. Poeta de la Generación
del 70 acaba de publicar Quise decir adiós, poemario a la memoria de su amigo
Constantino Carvallo.
Pedro Escribano
Primero, desde los tiempos violentos, como son sus
poemarios Violencia de sol y Por la bocacalle de la locura. Luego la poesía en
clave de música, como se lee en Vinilo, 42 poemas del rock’n roll. Ahora, el
poeta Enrique Sánchez Hernani escribe desde la violencia de las horas, como
dice el tremendo poema de César Vallejo en el que enumera impotentemente la
muerte de sus seres queridos. En este último tono, Sánchez Hernani acaba de
publicar Quise decir adiós, un poemario que trata de llenar la ausencia de su
amigo Constantino Carvallo, pedagogo y promotor de la cultura fallecido hace
poco. Un conjunto de poemas que intenta hacernos conscientes de la fugacidad de
nuestra existencia.
¿Este libro al amigo ausente es en realidad
también un libro de amor?
Es un libro
de amor y gratitud para un amigo con el cual compartí algunas mejores
enseñanzas de vida. Un amigo que fue parte del vínculo familiar, del entorno de
los hijos cuando eran muy niños y cuando fueron muy jóvenes y que ante su
desaparición y partida tan temprana sentí la necesidad de demostrarle mi
cariño.
¿Estos poemas ya venían dando vueltas en ti?
Mira, yo he
estado muy vinculado al colegio Los Reyes Rojos y a Constantino Carvallo. Tuve
tres hijos ahí y ahora tengo dos nietos. Durante los primeros años, yo era
activista del colegio, llegué a ser parte de la directiva, delegado de los
padres. En cuanto al libro, por lo menos la parte de los poemas dedicados a mis
hijos es muy importante, porque después de la larga temporada de bohemia que
hice en mi vida, hace 7 años la bajé y hace 3 la abandoné totalmente. Ahora
hago una vida familiar bastante intensa.
Estos poemas son casi un sofrenamiento para pensar
en lo fugaz que es la existencia.
Sí,
efectivamente. Hay que recordar que uno es efímero. Yo he tomado conciencia de
eso desde que se murió José Watanabe, de quien fui muy amigo. También la muerte
de Juan Ramírez Ruiz, a quien conocí bastante y que era de mi edad. Constantino
tenía la misma edad que yo. Entonces, en ese momento tomé conciencia de que la
vida acaba aunque tú creas que no.
¿Y tienes miedo al turno?
Sí, tengo
miedo. Yo te confieso que a las pocas semanas que partió Watanabe me sentí
confrontado con la presencia de la partida y quizás esté preparando todo un
entorno para poder dejar un recuerdo grato.
El poema
“Invención del firmamento” es casi un diálogo con Constantino sobre la música
en el cielo, y escribes “tarde o temprano lo tendré que oír”.
Esa es la
confirmación de que un día he de morir, ya lo tengo pensado. O sea, la partida
de tres amigos y ahora último de Alfonso Cisneros me hace pensar que uno es
frágil, que uno se marcha en cualquier momento, de cualquier cosa.
Hay libros que han tratado el tema. Recuerdo el de
Roger Santiváñez: Antes de la muerte; Abelardo Sánchez León: El mundo en una
gota de rocío, Mariela Dreyfus: Morir es un arte. La muerte siempre nos roza.
Mira,
siempre la hemos tenido presente, y cuando avanzan los años más todavía. Creo
que cuando uno pasa los 50, que es mi caso, la ves más a los ojos, la ves de
frente.
En cuanto a
escritura, ¿has predispuesto un determinado tono?
Sí, yo
elegí de manera ex profesa un lenguaje
coloquial que ya tenía en los años de mis primeros libros. Quería que este
libro lo entendieran todos.
¿Y no temes que alguien te diga, la poesía no se
escribe así, a propósito?
Puede haber opiniones. Es más, ya en un blog lo han
dicho, pero pienso que de eso no vale la pena hablar, sus razones son
personales. Si te fijas bien, desde mis primeros libros he estado vinculado a
la muerte. En Violencia de sol hay una sección dedicada a elegías. Un poema a
un amigo de San Marcos que falleció, a Luis Hernández, a mis padres, abuelo, a
Pound, Mao, Ginsberg…
Eres un
poeta elegiaco…
No tanto, pero creo que en el fondo siempre le he
tenido respeto. O sea, siempre ha estado presente la muerte, como la música,
sobre todo el rock.
Claves
El autor.
Nació en Lima, 1953. Ha publicado Por la
bocacalle de la locura (1978), Violencia de sol, Banda del sur, Altagracia,
Pena capital, Música para ciegos y Vinilo, 42 poemas del rock’n roll (2006).