A veces dios va dejando charcos
con los que se despide
verticalmente
de los hombres.
Nostalgias del mar que aquí no
recordamos.
Mirada neutra de una lluvia
que no hicimos caer encima nuestro.
Y ese lenguaje nítido que no
entendemos
–honduras de una luz imprecisa,
espejos en los que nadie quiere ver
su rostro–
es ahora la palabra de un sólido desastre
que nos llena el corazón de nada,
–un cordero empapado
tiritando en la reja de los huesos.
(Y el polo también es un enorme
bache
donde los osos polares deletrean la
desgracia:
la difícil alba de quedarse a medio
mar
en un naufragio de hielo solitario
–estado sólido de una luz que se
derrumba)
Toda lluvia de hoy es un diluvio,
una daga que detiene la alegría en
los cristales.
A dios se le acabó la eternidad.
Autor: Lorena Ventura (Oaxaca,
1982)