No he despertado en esta insegura
Mañana para correr ni huir;
Tampoco pintaré de versos la
aventura
Que vendrá. Menos aun, tornaré a
dormir…
Es muy cierto que muchos huyen,
Sin vivir esta vida y sin ganar;
Pierden ante el miedo que descubren,
Y entregan sus aromas al azar…
¿Y donde están? Tal vez sin suerte.
¿A dónde inclinaron, esta vez, sus
raíces?
¡Solo es!, donde su experiencia
queda inerte
A la puerta del fracaso, con ocultas
cicatrices…
Nadie vuelve a su cansancio pasado,
Mas todos rechazan lo que viene del
futuro.
¿Qué sudor mata?, ¿Qué pensar es
condenado?
¿A qué vida entregarán el esfuerzo
que hoy es un conjuro?...
No hay escudo ni arma que totalice
la seguridad,
Es preciso luchar con lo que se ha
despertado.
Hay quienes cavan su tumba con su
falsedad;
De todo eso: ¡corre!, sin huir. Pero
con cuidado…
Y más aun, son los saludos los que
carcomen
A la vergüenza sólida de la palidez,
Que enjaulan los pasos en su abdomen
Musical. Que despierta junto a la
rudéz…
Resalta la crítica, como espina
mortal
Al lomo del hombre que poco ha
corrido;
Y es efímero su siclo vital,
Donde es presente el camino, del que
ha huido…
¿De qué mesa a su reflejo
envidiarán?
Será presente el golpe de su bostezo
Donde a su sombra ausente llorarán,
Con el caer de su mismo peso…
Sabéis muy bien, entonces, todos:
Que entre tanto, solo hay dos
caminos:
Huir hasta sentir el sabor de su
recodo,
O caminar hasta pintar los muros de
matiz fino…
Hemos despertado esta mañana, de
aquel nido,
Donde despide el tálamo su rigidez.
Su experiencia huyó eternamente al
olvido.
¡Qué poco ha corrido el hombre, esta
vez!
AUTOR: Daniel Mejía Urquía